Los medios se monitorean entre sí, ninguna novedad, nada de malo en esta práctica, pero este hecho ha causado que la información, usualmente, no varíe de medio a medio; teniendo en cuenta que se explica el mismo hecho, parecería que todos los periodistas tienen la misma visión de un tema y que los datos que se publican eran los únicos que se podían recoger de una reportería. En todo caso los medios no solo se monitorean entre sí para vigilar a la competencia, sino para confirmar sus datos, unificarlos o en posibles casos copiarlos.
Pero el tema central análisis es una tendencia a formalizar o institucionalizar la información, opinión y posición de los grandes medios internacionales. Durante el conflicto Ecuador – Colombia, los medios ecuatorianos han prestado grandísima importancia a medios como el New York Times, El Tiempo, El País, etc. que de una u otra forma han desacreditado al Ecuador, y que además están alineados entre ellos mediante vínculos familiares y empresariales. El Tiempo está relacionado con la familia Santos cuyos dos miembros más conocidos son el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos y el Vicepresidente Francisco Santos y fue fuente oficial para las notas de prensa ecuatorianas durante el conflicto. (Leer nota: La familia Santos y la desinformación).
Javier Darío Restrepo ha dicho en una entrevista a Rubén Darío Buitrón que: “Cuando hay guerra o conflictos en la frontera hay confusión. En esos momentos es cuando necesitas hacer el mejor periodismo. El periodista tiene que contribuir a desvirtuar la confusión con claridad y sobre todo honestidad en la información. Si hay una información clara y honesta contribuyes a la paz. Esa es la gran deuda de los periodistas y los medios cuando abordan los conflictos (…) La verdad está por encima de cualquier cosa, incluso del interés de un Gobierno o un Estado”. Agreguemos: incluso del interés de las multinacionales inmiscuidas en el conflicto.
El claro apoyo que recibió Colombia de parte de EEUU durante el conflicto, que se desató después de que el ejército colombiano bombardeara la selva ecuatoriana para eliminar un campamento de las FARC que se asentaba en la zona de Angostura, nos da la idea de que igual postura tomarían los periódicos de ese país, al cual los medios ecuatorianos también les dieron mucha cabida.
Pero, ¿por qué no se mostró nunca lo que otros medios decían? Hay mil excusas para responder a la inquietud pero la verdad del asunto es que no se vio más allá de los tradicionales grandes medios. La publicación del Sunday Indian, en donde el periodista, Saurabh Kumar Shahi, investigó los archivos desclasificados de la CIA con los que pudo conocer (y dio a conocer) que los miembros del gobierno colombiano eran investigados por ese cuerpo de inteligencia estadounidense y que, además, misiones diplomáticas de EEUU mantuvieron reuniones con Raúl Reyes sin que Colombia tenga conocimiento de ello, hubiese sido de gran utilidad para la prensa ecuatoriana que seguía fervientemente este caso y para la opinión publica en general.
Hay un segundo elemento importante, dice Javier Darío Restrepo, “cuando se producen esas crisis la opinión pública tiende a radicalizarse y el nacionalismo se vuelve una enfermedad muy peligrosa porque distancia posiciones y no ayuda al diálogo ni a la paz”. Claro está que los periodistas deben informar para que la gente pueda tomar decisiones, evitando manipular los hechos que puedan favorecer a sus intereses, pero en el caso del conflicto con Colombia, se ha visto una mayor tendencia a estar en contra del gobierno de Correa y a tratar de desenmascarar a sus miembros mediante lo que dice la prensa extranjera, sin hacer una mayor investigación, o en este caso un gran monitoreo, que hubiera desvelado que otros países están involucrados en asuntos tan graves como los que se describen en la nota publicada por el Sunday Indian: “A farce named FARC”.
Pero el tema central análisis es una tendencia a formalizar o institucionalizar la información, opinión y posición de los grandes medios internacionales. Durante el conflicto Ecuador – Colombia, los medios ecuatorianos han prestado grandísima importancia a medios como el New York Times, El Tiempo, El País, etc. que de una u otra forma han desacreditado al Ecuador, y que además están alineados entre ellos mediante vínculos familiares y empresariales. El Tiempo está relacionado con la familia Santos cuyos dos miembros más conocidos son el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos y el Vicepresidente Francisco Santos y fue fuente oficial para las notas de prensa ecuatorianas durante el conflicto. (Leer nota: La familia Santos y la desinformación).
Javier Darío Restrepo ha dicho en una entrevista a Rubén Darío Buitrón que: “Cuando hay guerra o conflictos en la frontera hay confusión. En esos momentos es cuando necesitas hacer el mejor periodismo. El periodista tiene que contribuir a desvirtuar la confusión con claridad y sobre todo honestidad en la información. Si hay una información clara y honesta contribuyes a la paz. Esa es la gran deuda de los periodistas y los medios cuando abordan los conflictos (…) La verdad está por encima de cualquier cosa, incluso del interés de un Gobierno o un Estado”. Agreguemos: incluso del interés de las multinacionales inmiscuidas en el conflicto.
El claro apoyo que recibió Colombia de parte de EEUU durante el conflicto, que se desató después de que el ejército colombiano bombardeara la selva ecuatoriana para eliminar un campamento de las FARC que se asentaba en la zona de Angostura, nos da la idea de que igual postura tomarían los periódicos de ese país, al cual los medios ecuatorianos también les dieron mucha cabida.
Pero, ¿por qué no se mostró nunca lo que otros medios decían? Hay mil excusas para responder a la inquietud pero la verdad del asunto es que no se vio más allá de los tradicionales grandes medios. La publicación del Sunday Indian, en donde el periodista, Saurabh Kumar Shahi, investigó los archivos desclasificados de la CIA con los que pudo conocer (y dio a conocer) que los miembros del gobierno colombiano eran investigados por ese cuerpo de inteligencia estadounidense y que, además, misiones diplomáticas de EEUU mantuvieron reuniones con Raúl Reyes sin que Colombia tenga conocimiento de ello, hubiese sido de gran utilidad para la prensa ecuatoriana que seguía fervientemente este caso y para la opinión publica en general.
Hay un segundo elemento importante, dice Javier Darío Restrepo, “cuando se producen esas crisis la opinión pública tiende a radicalizarse y el nacionalismo se vuelve una enfermedad muy peligrosa porque distancia posiciones y no ayuda al diálogo ni a la paz”. Claro está que los periodistas deben informar para que la gente pueda tomar decisiones, evitando manipular los hechos que puedan favorecer a sus intereses, pero en el caso del conflicto con Colombia, se ha visto una mayor tendencia a estar en contra del gobierno de Correa y a tratar de desenmascarar a sus miembros mediante lo que dice la prensa extranjera, sin hacer una mayor investigación, o en este caso un gran monitoreo, que hubiera desvelado que otros países están involucrados en asuntos tan graves como los que se describen en la nota publicada por el Sunday Indian: “A farce named FARC”.
La propuesta de este texto no es instar al “patrioterismo” que critica Restrepo, sino dar la voz a los grandes medios, a los lejanos medios y a los documentos reveladores que salen a la luz, con tal que sean verdaderos y que sean manejados de tal manera que no se conviertan en campañas de desprestigio en contra de otros países, como Colombia ha venido haciendo con Ecuador utilizando a el diario El Tiempo.
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