A continuación se encuentra un texto publicado por el periodista ecuatoriano Rubén Darío Buitrón, quien a pesar de ejercer la profesión con una evidente pasión no se deja seducir por emotividades y sus comentarios son mucho más analizados al son de la razón que al son de la prontitud. El texto a continuación se encuentra publicado en su blog personal: Los medios en el medio rubendariobuitron.wordpress.com
Ir a la fuente
Por Rubén Darío Buitrón
Un nuevo escándalo mediático y político de acción y reacción: “El gobierno y la asamblea quieren coartar la libertad de prensa y la sociedad debe luchar para echar abajo esos intentos”.
Para curarnos en salud, los periodistas pasamos al ataque bajo la presunción de que se vienen el totalitarismo y la represión al pensamiento y a la crítica.
Con ese supuesto, defendemos ardorosamente la libertad, condenamos cualquier intento de censura o control y deploramos el afán de acallar al periodismo crítico e independiente.
Inmediata –y oportunamente- se suman los cantos reivindicativos de asambleístas de Sociedad Patriótica, del Prian o el Partido Social Cristiano. Utilizando la desmemoria colectiva ahora pretenden aparecer como los cuasi abanderados del derecho de la sociedad a recibir informaciones equilibradas, contextuales, pluralistas y útiles.
Los periodistas gritamos el tema con vocación demoledora. Tan demoledora que antes de escribir olvidamos ir a la fuente y caemos en el mismo error que criticamos: está mal que los asambleístas propongan un proyecto sin conocer cómo hacemos nuestro trabajo, pero también está mal que arrojemos fuego sin conocer a fondo la propuesta.
Rechazamos que nos obliguen a publicar solo lo verificado pero escribimos sin verificar el real sentido del proyecto. No vamos a la fuente para que nos confirme o rectifique o nos dé luces para abrir una deliberación nacional acerca de la información pública.
¿Es posible que algunos asambleístas del oficialismo estén pensando en hacer la revolución ciudadana de la comunicación cambiando de forma radical las actuales reglas de juego?
¿Es probable que esos asambleístas sean el brazo constitucional de la estrategia gubernamental de socavar la credibilidad de los medios mediante su descalificación sistemática para evitar la crítica, la investigación, la denuncia y la exigencia de rendición de cuentas al poder político?
Lo es.
Pero también es posible que ante la amenaza –real o supuesta- la reacción de los periodistas sea apresurada, visceral e inmadura: rechazar por rechazar, sin reflexión y confrontación de tesis, es nefasto en la construcción de un cuerpo legal que vele por el bien común y el ejercicio pleno de libertades y derechos civiles en una sociedad democrática.
Qué saludable sería que, en la intención de detener cualquier oculto afán de silenciamiento y proteger la libertad, los columnistas empezáramos por repasar las normas elementales del periodismo.
Qué saludable sería, para evitar que una eventual buena intención legislativa caiga en el tacho de la historia, que los asambleístas se pongan en los zapatos de los periodistas y conozcan de cerca su trabajo.
Qué saludable sería debatir apasionadamente el tema del periodismo y la información echando abajo el muro de los mutuos prejuicios y subjetividades.
Abrir el paraguas antes de que llueva es un acto de previsión, pero también puede ser un acto de paranoia.
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Por Rubén Darío Buitrón
Un nuevo escándalo mediático y político de acción y reacción: “El gobierno y la asamblea quieren coartar la libertad de prensa y la sociedad debe luchar para echar abajo esos intentos”.
Para curarnos en salud, los periodistas pasamos al ataque bajo la presunción de que se vienen el totalitarismo y la represión al pensamiento y a la crítica.
Con ese supuesto, defendemos ardorosamente la libertad, condenamos cualquier intento de censura o control y deploramos el afán de acallar al periodismo crítico e independiente.
Inmediata –y oportunamente- se suman los cantos reivindicativos de asambleístas de Sociedad Patriótica, del Prian o el Partido Social Cristiano. Utilizando la desmemoria colectiva ahora pretenden aparecer como los cuasi abanderados del derecho de la sociedad a recibir informaciones equilibradas, contextuales, pluralistas y útiles.
Los periodistas gritamos el tema con vocación demoledora. Tan demoledora que antes de escribir olvidamos ir a la fuente y caemos en el mismo error que criticamos: está mal que los asambleístas propongan un proyecto sin conocer cómo hacemos nuestro trabajo, pero también está mal que arrojemos fuego sin conocer a fondo la propuesta.
Rechazamos que nos obliguen a publicar solo lo verificado pero escribimos sin verificar el real sentido del proyecto. No vamos a la fuente para que nos confirme o rectifique o nos dé luces para abrir una deliberación nacional acerca de la información pública.
¿Es posible que algunos asambleístas del oficialismo estén pensando en hacer la revolución ciudadana de la comunicación cambiando de forma radical las actuales reglas de juego?
¿Es probable que esos asambleístas sean el brazo constitucional de la estrategia gubernamental de socavar la credibilidad de los medios mediante su descalificación sistemática para evitar la crítica, la investigación, la denuncia y la exigencia de rendición de cuentas al poder político?
Lo es.
Pero también es posible que ante la amenaza –real o supuesta- la reacción de los periodistas sea apresurada, visceral e inmadura: rechazar por rechazar, sin reflexión y confrontación de tesis, es nefasto en la construcción de un cuerpo legal que vele por el bien común y el ejercicio pleno de libertades y derechos civiles en una sociedad democrática.
Qué saludable sería que, en la intención de detener cualquier oculto afán de silenciamiento y proteger la libertad, los columnistas empezáramos por repasar las normas elementales del periodismo.
Qué saludable sería, para evitar que una eventual buena intención legislativa caiga en el tacho de la historia, que los asambleístas se pongan en los zapatos de los periodistas y conozcan de cerca su trabajo.
Qué saludable sería debatir apasionadamente el tema del periodismo y la información echando abajo el muro de los mutuos prejuicios y subjetividades.
Abrir el paraguas antes de que llueva es un acto de previsión, pero también puede ser un acto de paranoia.
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