“Los de siempre” es una frase que podría encasillar el paradigma en la sociedad ecuatoriana de lo que es malo, de lo corrupto, de lo que carece de credibilidad. Y desde el aparecimiento en el ámbito político de Rafael Correa “los de siempre” están en la mira. Dentro de esto se encuentra la prensa, a la que tiempo atrás ya se le venía viendo en la sociedad como un ente manipulador, y que a partir de la revolución ciudadana ha sido el centro del malestar popular: el centro de la indignación moral.
Dentro de los hechos que ahora hacen del ejercicio periodístico un acto desprestigiado, la indignación moral en la sociedad pesa como una de las estrategias del poder político para ganar adeptos – votantes. Esto se he logrado por el hecho de que el presidente, que descalifica a todas las instituciones, y dentro de ellas están los medios, las tacha de tradicionales y capta la atención de la sociedad al repetir sus quejas o descontentos. De esta forma la indignación moral es una víctima de la campaña política que Correa usa para no ser derrocado como los presidentes anteriores.
Pero por otra parte, los medios y sobretodo los periodistas han jugado el rol más importante en el proceso de desprestigio que les asecha. Los periodistas se creen los actores de los hechos, los protagonistas, son las víctimas. Utilizan el drama para mantener sintonía y solo apuntan al espectáculo en vez de la construcción de opinión para que la sociedad actúe ante una realidad (que por ellos no es reflejada pues se distraen por muy poco).
El melodrama instaurado por la prensa no busca soluciones, busca buenos y malos. Busca héroes a quien seguir pero que no representan a la sociedad sino a sus intereses. Y dentro de esta búsqueda no cabe la investigación ni los argumentos, aquí solo caben los sobrenombres y el “estereotipamiento” de los actores. La prensa busca víctimas para poner nombre a las inconformidades sociales, los pobres, en vez de luchar en la revelación de los verdaderos hechos que afectan al Ecuador.
Entonces nos vemos involucrados en una búsqueda de sentidos sin sentido porque por un lado el presidente descalifica a la prensa y por otro la prensa no atina en estrategias para decir la verdadera fuente de los problemas. El primer poder simplifica y generaliza con sus enemigos y el segundo (mal llamado poder, porque el poder no es de la prensa sino de las empresas) no se halla, dramatiza.
1 comentario:
La tan aclamada libertad de expresión se hunde en la parcialidad de los interesados. Sí unos la defienden y se sienten victimas, se tapan los ojos en sus errores y no se autocrítican. Esa es la razón que el debate de la libertad de expresión tiene un final feliz, ni tampoco un buen acuerdo.
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